Wednesday, November 08, 2006

Cap. 2 - La Presentación (2º Parte)

Tras convencer al Gobernador sobre su proyecto y haberle mostrado lo que quería hacer, con renovada confianza supo cuál era el siguiente paso: Preparar durante el fin de semana una presentación capaz de dejar boquiabiertos a los colegas concejales y hacerlos aprobar su proyecto. De esa manera podría revivir una especie extinta, la de los hombres y mujeres de bien, la de los merecedores de un sitial en los libros de historia, la raza de los próceres.

Lo primero que hizo al llegar a su casa, una casa demasiado grande para una persona con el cheque oficial que recibía Humanes cada mes, fue prender la hornalla y colocar una pava con agua. Preparó el mate y esperó que el agua estuviera lista antes de sentarse en su sofá a mirar televisión y descansar. Humanes era fanático de descansar, pero esta vez el descanso estaba merecido. Era el primer descanso merecido en mucho tiempo, así que lo iba a aprovechar, y no porque los otros descansos anteriores hubieran sido incómodos, sino porque esta vez se podría regodear. Éste era el primer descanso con cansancio que tenía por trabajo desde su asunción, éste era su primer descanso cívico.
Canal tras canal veía pasar imágenes de nada y más nada que llenaban la pantalla. Dos señoras mayores peleando, una persecución policial a alta velocidad, sangre en una avenida, dos animales (o eran robots animales) persiguiendo vaya uno a saber qué, en vaya uno a saber qué planeta de dibujos animados, algunas mujeres mostrando sus nalgas y retorciéndose con una música estridente de fondo; cámaras intrusas que mostraban la intimidad de unos jóvenes que debían hacer nada y aún así encontrar motivos para pelearse, un documental sobre roqueros drogadictos que perdían la vida siendo aún poco más que adolescentes; ¡Oh Dios, cómo amaba Humanes la televisión! Todo esto le parecía brillante. Excepto los noticieros. Los noticieros eran la única parte de la televisión que podía molestar a Humanes; más de una vez maldijo esas cámaras y más de una vez se sintió tentado de golpear algún periodista. Por suerte no eran la mayoría. Por suerte algunos se conformaban con ingresar en la rotación oficial de publicidades, y mientras las obras se anunciaran al aire por sus pantallas y micrófonos, qué más daba que algún tufillo quedara siempredando vueltas, pero nunca encontrando el momento de aparecer.
La mayoría de los noticieros eran demasiado cortos. Y después de anunciar las obras, de contar los muertos en los accidentes, dar los resultados deportivos, contar los últimos chismes de la farándula, presentar el pronóstico y mostrar los números de la lotería, qué noticiero tendría aún tiempo de mostrar algún teje maneje que, encima, habría que explicar.
Sin embargo, los noticieros lo ponían nervioso. El material estaba pero nunca salía al aire; pero algún día podía salir, algún día podía salir...

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